ASOCIACIÓN PARA LA RECUPERACIÓN

DEL BOSQUE AUTÓCTONO EN VALLADOLID

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MARTES de 19:30 a 21:30 h. en el vivero:

Facultad de Medicina, entrada por c/ Real de Burgos s/n (frente a la residencia Alfonso VIII)

viernes, 19 de noviembre de 2010

En Villalan con las plantas

Vuelve otra vez el familiar reeencuentro con el vivero de los días de fin de semana con plantación. El tiempo es malo, llovizna desde un cielo cerrado en gris sin aspecto de despejar y el ambiente es sombrío. Alrededor de la mesa solo se encuentran Esteban y Sergio alumbrados por un par de bombillas desnudas. Parece que el mundo se ha encogido sobre sí mismo y un ramalazo de pesimismo que brota de esa parte del cerebro que siempre está incordiando presenta muy real ante mis ojos la posibilidad de que no acuda nadie más. ¡Falsa alarma! Solo ocurre que es demasiado temprano en el día más perezoso de la semana. Agradecido y aliviado compruebo que comienza a llegar gente y el zumbido de la vitalidad aumenta. Finalmente somos suficientes para llenar por completo tres coches rumbo a Villalán. Efrén aparece, ineludible la cita anual con su pueblo de este domingo en su vida viajera, e ilumina con su presencia intermitente la plantación y las tareas previas y posteriores que realiza todo buen anfitrión. Ana y Paz llegan inesperadamente. Encuentros, encuentros agradables en Arba Va, una asociación que parece un pozo gravitatorio de buen rollo.

Remontamos la carretera de León en sentido Norte y los primeros kilómetros de lluvia se ven reemplazados por un tiempo ventoso pero sin lluvia por suerte para nosotros. En Villalán corre ese viento terco e incesante de Tierra de Campos afortunadamente sin mucha fuerza. El pueblo aún no se ha despertado de modo que su centro social, el bar, permanece cerrado mientras invadimos pacificamente su plaza mayor encabezada por el edificio del Ayuntamiento y sus banderas. Esperamos a los lugareños que han de sumar brazos y riñones al esfuerzo común y tras una buena pausa echamos a andar camino terrero adelante charlando y resguardándonos del frío en los abrigos a la vez que curioseamos el suelo en el que aparecen varias setas bien en las roderas bien en el caballón central verdeado por las hierbas del otoño. Los expertos aseguran que son comestibles, las blancas que parecen champiñones, Pero hay alguna de tono amarillento que no me inspira ninguna confianza. Su mismo color parece malsano.

La parcela de la plantación es la misma del año pasado. La vegetación espontánea está tan alta que apenas permite divisar los protectores hincados en el suelo. JoseLuis comienza a impartir directrices para acometer la plantación: necesito dos voluntarios para poner los Crataegus aquí --indica sobre un plano-- de esta forma y con estas distancias entrellos, para allá van los Dorycnium así y asá y los rosales y encinas y quejigos...
Llega el momento de afanar y todos estamos ocupados. En el momento de mayor afluencia veinticuatro personas cavamos el suelo, damos forma a los protectores de rejilla negra y desplazamos alveolos y briks con planta.
Ricardo atrae a un joven discípulo que le sigue a todas partes escuchando sus explicaciones y llevádolas a la práctica. De lejos, entrecerrando los ojos, creo ver a un papá-pato guiando con cariño, tiernamente a su pollito.
Lucy, manejando habilmente la azada, me replica ante la queja de que el terreno donde hacemos hoyos ahora es muy duro que donde ella planta, en la altura de la sierra, azadas y palas no sirven y hay que emplear el pico. Naturalmente, no vuelvo a mencionar el asunto.
El mismísimo alcalde nos ofrece agua y pastas a pie de hoyo recorriendo toda la tierra con la caja y botellas de agua para los plantadores.
Varios asistentes se dedican a fabricar protectores con tubos de plástico de malla negra a los que hay que recortar y doblar solapas para que sirvan de pie y soporte una vez enterradas. A fin de que el hueco del tubo donde se aloja la planta no se cierre como es su tendencia se hincan en el suelo palos finos de bambú que atraviesan en vertical dos extremos del tubo de malla para sujetarle. A veces esta disposición no mantiene el tubo abierto y como remedio de última hora insertamos un palito que asegura la abertura en la boca del tubo procurando de este modo un distancial entre las paredes de malla del tubo.
Estos protectores cumplen dos funciones básicas: dificultan o impiden la acción dañina de los herbívoros sobre la ensalada de brotes tiernos servida por cortesía de Arba-Va dando la oportunidad de sobrevivir hasta que la planta sobrepase la altura del tubo y no sea tan apetecible para los dientes largos y en segundo lugar protegen a su inquilina aportando sombra la mayor parte del día en el duro verano de Tierra de Campos cuando tanto agradecen un riego que puede significar la diferencia entre su vida o su muerte.

Han pasado más de dos horas y como suele suceder se me ha hecho cortísimo. Me sorprendo de lo poco que he hecho y a la vez de todo lo que se ha plantado en conjunto. Pone de buen humor comprobar en la práctica que la unión hace la fuerza.
Además a diferencia del año pasado mamá Naturaleza nos está tratando con cariño y cuidado ya que a pesar de la lluvia que caía en Valladolid pareciendo asegurar una jornada pasada por agua el cielo se ha ido despejando a poquitines y en el momento de regresar a Villalán desde la parcela luce un Sol tímido y el cielo es en su mayor parte un parche azul por el que desfilan en la lejanía formaciones de nubes de coliflor más o menos oscuras. Mamá Naturaleza nos ha enseñado al principio los dientes y finalmente cuando ya ha tomado confianza los ha mostrado entre sus labios arqueados en una amplia sonrisa para nuestro regocijo.
Efrén nos dice que los rosales plantados hace cuatro años ya tienen frutos y es un placer oírle por la alegría y la pasión que comunica fruto del amor a su tierra.

Caminamos de vuelta al pueblo donde nos espera una comida de aúpa después del aperitivo. Enormes cazuelas con sopas de ajo, conejo guisado y patatas con níscalos encandilan la mirada. Muchos plantadores también han traído manjares caseros como tortillas de tres tipos: de patata, con espinacas y de acelgas, embutidos y quesos. Todo ello regado para que nos haga crecer bien con clarete de la tierra.
Lucy, Soraya y Efrén se han ocupado de traer esas magníficas cazuelas y de que a nadie le falten platos, vasos y demás herramientas.
JoseLuis, cosa rara, se ha quedado a batir la mandíbula porque «la comida de Villalán es un clásico». Un clásico que la báscula del baño, esa traidora y detestable criatura, hace pagar más tarde.
Esteban sufre de la rodilla y en el regreso hasta el pueblo cojea ostensiblemente. La articulación le duele y decide volver a Pucela sin quedarse a comer. Como las plazas de los coches están muy justas, regresan con él Alfonso, Ricardo y Virginia dando a otros generosamente la oportunidad de quedarse y disfrutar de la comida.

Después del tripeo y el cafe o infusión y el chupito --no nos ha faltado de ná-- emprendemos el regreso con Dori en su estupenda fragoneta de forma muy relajada. No hay prisa, de modo que nos acercamos a la zona que se va a plantar dentro de dos semanas, en el término de Palazuelo de Vedija, el pueblo de Sergio que nos muestra la chopera y sus lagunas detallando entre otras cosas la fauna silvestre que ha visto por la zona. Camino de la carretera de León pasamos junto a otra zona de posible plantación, más despejada que la chopera lo que conduce a la necesidad de decidir en cual de los dos sitios se plantára.

De vuelta en la ciudad la noche nos recibe con sus brazos de terciopelo negro enmarranados por la luz sucia de las farolas.

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